Se torció el camino
tú ya sabes que no puedo volver.
Son cosas del destino, siempre me quiere morder.
El horizonte se confunde con un negro telón
Y puede ser como decir que se acabó la función.Ha sido divertido, me equivocaría otra vez
Quisiera haber querido lo que no he sabido querer (…)
Ya sé llorar una vez por cada vez que río.
No sé restar, no sé restar tu mitad a mi corazón.Fito & Fitipaldis en Me equivocaría otra vez
“Tienes que volver al principio para entender el final” . Sonaba a convicción, ¿no?. «Put me in, Coach» tenía un corazón delator y el capítulo siguiente uno latiendo dentro de una caja. ¿Nos quieren decir algo? Hell, yeah.
A riesgo de parecer esquizofrénica, he escrito aquí sendos post acerca de los mensajes que Shonda Land envía al televidente y otros más sobre Anatomía poniéndose frente al espejo y sincerando parte de su proceso creativo. Me gustan las puestas en abismos, la metaficción, el cine sobre cine… y estoy, por historia personal digamos, configurada para ver y entender un relato desde los lados de la pantalla: pensando en quienes lo disfrutan terminado tanto como en sus autores. ¿A quién le importa? A nadie ¿Por qué parto el texto con unas líneas tan egocéntricas entonces?
Bueno, porque de eso -escritura, arrogancias, confesiones (y más)- va Heart-Shaped Box, un clásico instantáneo del planeta Grey´s, o si prefieren, el capítulo en que la sala de guionistas abrió sus puertas de par en par , giró la cabeza haciéndole un emotivo guiño al pasado, exclamó «somos diferentes» y avanzó.